Salvados gracias a una donación de heces
A veces la medicina avanza gracias a ideas curiosas y, en ocasiones,
poco atractivas para el público en general. El estudio que hoy publica
una de las revistas médicas más prestigiosas del planeta, 'The New England Journal of Medicine',
es un ejemplo de cómo una hipótesis, que podríamos denominar, rara e
incluso desagradable, llega a buen puerto y supone una gran mejora para
los pacientes. De la misma manera que en su momento las sanguijuelas
fueron utilizadas para múltiples trastornos o las larvas se han venido
usando para curar heridas complejas, ahora un estudio demuestra que las
heces tienen el poder curativo para una infección frecuente en pacientes
hospitalizados.
La bacteria denominada 'Clostridium difficile' se encuentra presente en el medioambiente y, en muchas personas, forma parte de las bacterias que construyen su flora intestinal sin generarles ningún daño. Sin embargo, cuando estas personas sufren algún problema que deteriora su sistema inmunológico o que destruye su flora intestinal, como puede ser la ingesta de antibióticos, la bacteria aprovecha la situación conoliza el intestino y empieza a destruirlo.
La consecuencia visible de esa destrucción intestinal es la diarrea, que puede ir acompaña de dolor tipo cólico, fiebre, vómitos, deshidratación e incluso puede ocasionar la muerte. Las personas más afectadas por este problema son aquellas de edad avanzada, que se encuentran ingresadas en un hospital y con varios problemas de salud, aunque una persona joven también puede enfermar por esta infección.
En estos casos, "si reemplazamos la flora intestinal por la de un sujeto normal, el 'Clostridium difficile' va a tener que competir con las demás bacterias y terminará desapareciendo", explica Ángel Asensio, jefe del servicio de Medicina Preventiva del Hospital Universitario Puerta de Hierro-Majadahonda, en Madrid.
Eso es precisamente lo que han hecho investigadores de varias universidades europeas en un ensayo clínico realizado con 42 pacientes. Se establecieron tres grupos de tratamiento: uno, formado por 13 enfermos, fue tratado con vancomicina (500mg vía oral cuatro veces al día durante 14 días); otros 13 recibieron ese mismo fármaco más un lavado intestinal; y los 16 restantes tomaron vancomicina (500mg cuatro veces al día durante cuatro días), seguida de un lavado intestinal y la administración de heces diluidas en suero fisiológico a través de una sonda nasogástrica que iba de la nariz al duodeno.
La diferencia entre los tres grupos fue importante. Así, mientras que en el primero se evitó una nueva recaída en el 31% de los casos, en el segundo sólo se consiguió en el 23%, mientras que en el tercero, es decir, el de la terapia fecal, la tasa de éxito fue del 81% (13 de 16). Cuando los tres pacientes que no respondieron a esta terapia, volvieron a recibir una segunda infusión de contenido fecal, dos de ellos lograron evitar una recaída. Teniendo en cuenta esto, la tasa de curación fue del 94%.
Aunque esta infección no es excesivamente frecuente, cada vez son más los casos detectados. "Actualmente vemos unos 10-15 episodios por cada 1.000 ingresos. En un hospital con unos 50.000 ingresos al año, como puede ser el [hospital] Gregorio Marañón, supone unos 3.000 episodios anuales", explica Emilio Bouza, jefe de Microbiología de dicho centro.
Este especialista incide en que la infección alarga la estancia hospitalaria del paciente que la sufre y aumenta considerablemente los gastos sanitarios. "En España, el gasto extra por episodio y paciente es de unos 4.000 euros. Teniendo en cuenta todos los casos al año, el coste medio es muy importante", afirma Bouza.
De ahí que sean varias las medidas que se quieren mejorar en relación a esta infección. Según este especialista que ha llevado a cabo varios estudios sobre su incidencia en España, aproximadamente la mitad de los casos no son diagnosticados. Otra mejora que se puede implementar para frenar este tipo de infección es disminuir el consumo de antibióticos, muy elevado en nuestro país, y aumentar la higiene hospitalaria.
Este especialista, que forma parte de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), recuerda además que acaba de aparecer en el mercado un nuevo antibiótico -la fidaxomicina- para evitar las recurrencias. No obstante, como aclara Almirante "su posición en terapéutica está todavía por definir porque su coste es muy elevado. Si el precio de metronidazol está en torno a los 40 euros y el de la vancomicina en los 150 euros, el de este nuevo fármaco asciende a los 1.500 euros. Estaría bien que se hiciera un ensayo clínico donde se comparase este último con la terapia fecal".
A pesar de estas reticencias, Els van Nood, especialista de la Universidad de Amsterdam (Holanda) y principal responsable del estudio, señala que «aunque la terapia parece desagradable, cuando los médicos la realizan, por lo general, quedan entusiasmados y están más dispuestos a probarla en otros enfermos. Además, los pacientes que han tenido diarrea durante meses tienen sólo un deseo: que la diarrea pare, por lo que son menos reacios a probarla».
No obstante, los especialistas señalan que este trabajo es un primer paso para investigar cuál es la mezcla adecuada de bacterias intestinales que se podrían obtener mediante cultivo y que se administraría por vía digestiva a los pacientes. Esto es precisamente lo que subraya Ciarán Kelly, experto de la Universidad de Harvard, en un editorial que acompaña al estudio de 'NEJM'.
Según este especialista, este estudio animará y facilitará el diseño de ensayos similares de la terapia de microbiota intestinal -las bacterias que pueblan el intestino- para otras indicaciones como colon irritable, prevención del carcinoma colorectal y diferentes trastornos metabólicos. "Es el anuncio de la adolescencia tardía de una amplia y excitante rama de terapéuticas humanas", concluye Kelly.
La bacteria denominada 'Clostridium difficile' se encuentra presente en el medioambiente y, en muchas personas, forma parte de las bacterias que construyen su flora intestinal sin generarles ningún daño. Sin embargo, cuando estas personas sufren algún problema que deteriora su sistema inmunológico o que destruye su flora intestinal, como puede ser la ingesta de antibióticos, la bacteria aprovecha la situación conoliza el intestino y empieza a destruirlo.
La consecuencia visible de esa destrucción intestinal es la diarrea, que puede ir acompaña de dolor tipo cólico, fiebre, vómitos, deshidratación e incluso puede ocasionar la muerte. Las personas más afectadas por este problema son aquellas de edad avanzada, que se encuentran ingresadas en un hospital y con varios problemas de salud, aunque una persona joven también puede enfermar por esta infección.
Cambiar la flora intestinal
En la actualidad, existen dos antibióticos (vancomicina y metronidazol) que suelen administrarse para eliminar esta bacteria en los pacientes afectados, algo que se consigue en el 70-80% de los afectados. El resto, un 20-30%, de las personas infectadas vuelve a recaer tras el tratamiento y la mitad de ellos lo hace de nuevo tras una segunda dosis.En estos casos, "si reemplazamos la flora intestinal por la de un sujeto normal, el 'Clostridium difficile' va a tener que competir con las demás bacterias y terminará desapareciendo", explica Ángel Asensio, jefe del servicio de Medicina Preventiva del Hospital Universitario Puerta de Hierro-Majadahonda, en Madrid.
Eso es precisamente lo que han hecho investigadores de varias universidades europeas en un ensayo clínico realizado con 42 pacientes. Se establecieron tres grupos de tratamiento: uno, formado por 13 enfermos, fue tratado con vancomicina (500mg vía oral cuatro veces al día durante 14 días); otros 13 recibieron ese mismo fármaco más un lavado intestinal; y los 16 restantes tomaron vancomicina (500mg cuatro veces al día durante cuatro días), seguida de un lavado intestinal y la administración de heces diluidas en suero fisiológico a través de una sonda nasogástrica que iba de la nariz al duodeno.
La diferencia entre los tres grupos fue importante. Así, mientras que en el primero se evitó una nueva recaída en el 31% de los casos, en el segundo sólo se consiguió en el 23%, mientras que en el tercero, es decir, el de la terapia fecal, la tasa de éxito fue del 81% (13 de 16). Cuando los tres pacientes que no respondieron a esta terapia, volvieron a recibir una segunda infusión de contenido fecal, dos de ellos lograron evitar una recaída. Teniendo en cuenta esto, la tasa de curación fue del 94%.
Costes sanitarios elevados
"Este estudio demuestra que la terapia con heces es muy eficaz y genera la hipótesis de que aumentar las bacterias sanas y reemplazarlas por las que tiene el paciente en su intestino evitará también las recaídas", señala Asensio.Aunque esta infección no es excesivamente frecuente, cada vez son más los casos detectados. "Actualmente vemos unos 10-15 episodios por cada 1.000 ingresos. En un hospital con unos 50.000 ingresos al año, como puede ser el [hospital] Gregorio Marañón, supone unos 3.000 episodios anuales", explica Emilio Bouza, jefe de Microbiología de dicho centro.
Este especialista incide en que la infección alarga la estancia hospitalaria del paciente que la sufre y aumenta considerablemente los gastos sanitarios. "En España, el gasto extra por episodio y paciente es de unos 4.000 euros. Teniendo en cuenta todos los casos al año, el coste medio es muy importante", afirma Bouza.
De ahí que sean varias las medidas que se quieren mejorar en relación a esta infección. Según este especialista que ha llevado a cabo varios estudios sobre su incidencia en España, aproximadamente la mitad de los casos no son diagnosticados. Otra mejora que se puede implementar para frenar este tipo de infección es disminuir el consumo de antibióticos, muy elevado en nuestro país, y aumentar la higiene hospitalaria.
¿Uso generalizado?
En cuanto a si la terapia fecal terminará generalizándose como tratamiento en pacientes con recaídas, Benito Almirante, del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, tiene la sospecha de que no será así. "Quizás la sociedad y los profesionales estemos preparados para un trasplante de un órgano, pero no para el contenido fecal. A priori repugnaría un poco y además habría que establecer toda una estructura y logística compleja para tratar las heces y realizar una serie de pruebas al donante para asegurar que está sano. Todo esto tiene un coste elevado y condicionantes éticos".Este especialista, que forma parte de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), recuerda además que acaba de aparecer en el mercado un nuevo antibiótico -la fidaxomicina- para evitar las recurrencias. No obstante, como aclara Almirante "su posición en terapéutica está todavía por definir porque su coste es muy elevado. Si el precio de metronidazol está en torno a los 40 euros y el de la vancomicina en los 150 euros, el de este nuevo fármaco asciende a los 1.500 euros. Estaría bien que se hiciera un ensayo clínico donde se comparase este último con la terapia fecal".
A pesar de estas reticencias, Els van Nood, especialista de la Universidad de Amsterdam (Holanda) y principal responsable del estudio, señala que «aunque la terapia parece desagradable, cuando los médicos la realizan, por lo general, quedan entusiasmados y están más dispuestos a probarla en otros enfermos. Además, los pacientes que han tenido diarrea durante meses tienen sólo un deseo: que la diarrea pare, por lo que son menos reacios a probarla».
No obstante, los especialistas señalan que este trabajo es un primer paso para investigar cuál es la mezcla adecuada de bacterias intestinales que se podrían obtener mediante cultivo y que se administraría por vía digestiva a los pacientes. Esto es precisamente lo que subraya Ciarán Kelly, experto de la Universidad de Harvard, en un editorial que acompaña al estudio de 'NEJM'.
Según este especialista, este estudio animará y facilitará el diseño de ensayos similares de la terapia de microbiota intestinal -las bacterias que pueblan el intestino- para otras indicaciones como colon irritable, prevención del carcinoma colorectal y diferentes trastornos metabólicos. "Es el anuncio de la adolescencia tardía de una amplia y excitante rama de terapéuticas humanas", concluye Kelly.
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