Las consecuencias de una avalancha humana son similares a las que
produce un alud de nieve. Los primeros en caer en un tumulto como el que
ocurrió este miércoles en el Madrid Arena
son sepultados enseguida por los tropiezos de otras personas, por lo
que sus cuerpos reciben la presión de cientos de kilos de peso de forma
repentina.
En esas circunstancias, el aporte de aire se ve mermado o incluso bloqueado drásticamente, con lo que puede producirse la asfixia.
"Hay múltiples factores que impiden una adecuada oxigenación".
Por un lado, el gran peso soportado impide mover el tórax adecuadamente, por lo que el aire no se inhala ni se exhala adecuadamente. Además, los traumatismos sufridos pueden haber dañado el mismo tórax o incluso el tejido pulmonar, que no puede realizar su labor de intercambio de oxígeno. Por otro lado, también es posible que el aire disponible en la base de una avalancha humana formada por decenas de personas también sea insuficiente.
"Todo ello influye en que la oxigenación de la sangre no se pueda hacer adecuadamente. Y esa carencia termina incidiendo en poco tiempo en órganos vitales, como el corazón o el cerebro".
Las neuronas consiguen sobrevivir muy pocos minutos una vez que el corazón ha dejado de funcionar; por eso, aunque los equipos de emergencia consigan revertir una parada cardiorrespiratoria, hay riesgo de secuelas importantes.
"Las consecuencias son muy variables. Van desde algunas graves, como el coma vegetativo, hasta alteraciones del movimiento o dificultades para articular palabras".
Según explica, es necesario esperar a la evolución de un paciente que ha sufrido un episodio importante de asfixia para poder valorar claramente si existe o no daño cerebral y de qué grado es.
"Cuanto más joven es la persona, más posibilidades hay de recuperación. Pero cada caso es diferente. Una vez que se retira la intubación de emergencia, hay que ver si puede respirar por sí misma, cómo están los reflejos, qué tipo de secuelas tiene, etc".
En esas circunstancias, el aporte de aire se ve mermado o incluso bloqueado drásticamente, con lo que puede producirse la asfixia.
"Hay múltiples factores que impiden una adecuada oxigenación".
Por un lado, el gran peso soportado impide mover el tórax adecuadamente, por lo que el aire no se inhala ni se exhala adecuadamente. Además, los traumatismos sufridos pueden haber dañado el mismo tórax o incluso el tejido pulmonar, que no puede realizar su labor de intercambio de oxígeno. Por otro lado, también es posible que el aire disponible en la base de una avalancha humana formada por decenas de personas también sea insuficiente.
"Todo ello influye en que la oxigenación de la sangre no se pueda hacer adecuadamente. Y esa carencia termina incidiendo en poco tiempo en órganos vitales, como el corazón o el cerebro".
Las neuronas consiguen sobrevivir muy pocos minutos una vez que el corazón ha dejado de funcionar; por eso, aunque los equipos de emergencia consigan revertir una parada cardiorrespiratoria, hay riesgo de secuelas importantes.
"Las consecuencias son muy variables. Van desde algunas graves, como el coma vegetativo, hasta alteraciones del movimiento o dificultades para articular palabras".
Según explica, es necesario esperar a la evolución de un paciente que ha sufrido un episodio importante de asfixia para poder valorar claramente si existe o no daño cerebral y de qué grado es.
"Cuanto más joven es la persona, más posibilidades hay de recuperación. Pero cada caso es diferente. Una vez que se retira la intubación de emergencia, hay que ver si puede respirar por sí misma, cómo están los reflejos, qué tipo de secuelas tiene, etc".
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